Crédito fotografía: Tiempo Argentino
“Estoy dibujando sobre cartulina, con una cámara sobre mis manos, mientras la gente ve lo que estoy haciendo. Se dan cuenta lo que hice recién cuando terminé el dibujo, es como una tela de araña que se va armando mientras Pedro Saborido habla”, comentó Miguel Rep en diálogo con Martín Postiglione y Alejandro Tumminello, acerca del desafío que representa el espectáculo que lleva adelante en compañía del humorista.
En ese sentido confesó que “Con Pedro tenemos un menú de temas, pero cuando subo estoy a expensas de lo que diga él y no tanto del título. Lo voy siguiendo y trato de hacer dibujos distintos a los de los otros espectáculos, porque sino me aburro”. Al tiempo que remarca: “trato de no repetirme, para eso tengo que tener el oído bien aceitado para escucharlos y que me dispare algo puntual”.
Acerca de la dinámica que debe seguir el artista sostuvo que, al igual que sucede en su programa de tv Mundo Rep (TV Pública), “la parte más dramática es la del dibujo, cuando está la cartulina blanca dejo pasar un ratito hasta que planto la mano con el pincel. Una vez que planté el dibujo, no me puedo equivocar y lo hago sin red”.
“Debo confesar que lo primero que se me ocurre antes de plantar la mano es una mera idea, una composición que después se pude corregir cuando vamos hablando. Hay una idea previa, un concepto, pero puede aparecerme una laguna que me termina de guiar hacia el dibujo definitivo. El accidente me termina de guiar”, aseguró.
Quino, el referente, y su vida dedicada al dibujo
Quien resulta ser el denominador común para muchos de los dibujantes argentinos no es un personaje más en la vida de Miguel Rep. Amigo y compañero de Quino, al día de hoy lo recuerda con mucho afecto. “Es tan grande en mi vida que ya no sé qué decir, salvo que si mi arte fuera una mesa él es una de las patas sin el cual no funcionaría, porque quizás hubiera sido dibujante de otro tipo de cosas como historietas infantiles o de series. Todo lo que vi, pensé y analicé, mucho se lo debo a la ideología Quino, más que el dibujo. Es todo eso y mucho más”.
Finalmente, al rememorar sus inicios en el dibujo, destacó que “pasé por todas las instancias: dibujar hermoso, flojo, tibio, mediocre y mal. Solo que yo seguí, salté con jabalina ese obstáculo y seguí. Lo que estoy haciendo ahora es ser un adulto sapiente y racional, pero tratar de nunca olvidar al niño”.
Asimismo, subrayó: “Fui descubriendo revistas e historietas a dónde iba. La falta de rigor familiar me ayudó a buscar mi camino, nunca tuve un aliciente por parte de mis padres, todo lo contrario. Tuve que pagar toda mi vida esa falta de autoestima que te da alguien que no te fomenta desde niño, por lo que en mis primeros años para imponerme en este mundo muy hostil tuve que ser soberbio”.
Y concluyó: “Todos los días pienso y dibujo, no hay un día en el que no lo haga o piense en algo dibujable. Nunca tuve crisis de decir “esto no es lo mío”, no sé ni manejar autos y en mi familia todos saben. Soy como una especie de Asperger del dibujo, voy a salir al frente con la única arma que tengo y que me va a acompañar hasta mi muerte”.