En diálogo con Espejos Rotos la autora afirmó que ciertos artistas musicales ofician como autopista directa a los recuerdos.
“De mi infancia hay imágenes que están en el libro, como una ruta, todos metidos en el auto viajando hacia Córdoba. La música era un punto en común donde nos encontrábamos (con su Papá)”, expresó.
Su Padre vino a nuestro país proveniente de Calabria, Italia. “La novela proviene del final de su vida, del diario que escribí cuando estaba por morir”. Observando tradiciones familiares en descendientes de italianos se cuestionó “qué resultamos de esta tanada, como salimos de ahí” siendo que “nosotros no somos italianos”, pero que la “tanada” esa “tiene una fuerza arrolladora”.
“Creo que crecimos en la nostalgia. Mi Padre no era un tano que tenía tonada, hizo todo lo posible para perderla. Vino a los 15 años y tardó unos 40 años en volver. Me pareció que no había tanto escrito, e interesante pensar en la lengua, cómo se construye el idioma de una familia, y que eso trasciende los idiomas en rigor. Me interesaba el cruce entre los italiano, lo esloveno”, explicó.
“De la realidad nos queda la ficción, es lo que nosotros construimos. Si hay lenguaje hay construcción, para hacer literatura implica algún tipo de procedimientos y algún tipo de transformación porque no se trata sólo de narrar sobre los recuerdos sino operar sobre eso”, concluyó.