Seguido, apuntó: “La elección tiene que ver -y el relato propio de ese cuento que le da nombre al libro- con una reacción contra cuando se ve todo negativo; nosotros creemos que tenemos que poner en valor los momentos en los que fuimos felices en función de que se repitan" y por lo tanto “son los que vamos a construir”.
Por otro lado, expresó: “Los relatos pueden leerse como una línea de tiempo que- en la mayoría- la voz puede ser la del mismo personaje que va creciendo pero también es la voz de un territorio”.
En este sentido, remarcó: "Los que tenemos durante el día en nuestra vida cotidiana la necesidad de utilizar la palabra compañero, compañera o compañere somos más felices porque, aún en la adversidad, hay alguien al lado y para mí, eso es un vector de felicidad”.
En relación con su otra profesión- Cingolani también es licenciado en Higiene y Salud Laboral- y cómo esta influye en su escritura, afirmó: “La profesión te ayuda a comprender algunos procesos industriales y el mundo del trabajo es ordenador en cuanto a la cotidianidad (…) Ese deseo de contar por el cual terminás escribiendo, precedido de un deseo de entender que es el que te hace lector, y la narrativa que llamamos ficción, es una herramienta muy noble para armar nuestra conjeturas razonables sobre cómo funciona la vida, no sólo un proceso industrial”.
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