En diálogo con Revolución Solar Frenkel anticipó que en el concierto que ofrecerá el 29 de febrero desde las 19.30 horas en la Plaza seca del Teatro Argentino de La Plata, estará acompañado por el baterista Fernando Samalea y la bajista María Eva Albistur.
“Va a ser un trío muy power”, dijo, y manifestó estar “muy contento también por compartir con dos amigas como Lucía Patané que fue guitarrista mía durante años y Paula Maffia, otra amiga” de años. En el recital Frenkel repasará parte de su obra con La Portuaria y su etapa solista.
Seguidamente expresó preferencia por trabajar los discos como obras conceptuales. “Está todo bien en sacar un tema, pero amo ver la historia de un artista, su momento, su obra, dialogar con eso”.
En relación a la actualidad política y las polémicas agresiones del presidente Javier Milei a diversos artistas populares, dijo estar viviendo la etapa “con una gran angustia por lo social” y “en lo personal estoy medio acostumbrado” aunque “esto es muy bravo y la caída es muy violenta, pero es la estocada final de un proceso de deterioro con gobernantes anteriores”.
Luego puntualizó en la figura de Milei “está en estado de locura, no sé si es un cínico o un simple actor, en todo caso es una actitud psicopática que se corresponde con él y sus secuaces. También hay otros escondidos que no se ven y todo un entorno geopolítico. El problema está en el extremo con las medidas que siempre el neoliberalismo tomó, el impulso destructivo es el mismo, el proyecto neoliberal no tiene vuelta, es un proyecto basado en la lucha individual con la ida de la supervivencia del más fuerte, basada en darwinismo equivocado, conectado con ideas de supremacía religiosa, cultural, y racial”.
El fundador de La Portuaria agregó “frente a eso en definitiva tengo una postura muy clara y difícil: para mí no hay salida si no atravesamos profundo cambio ético, espiritual, y eso empieza en cada persona. Cada persona tiene que teñirse empatía para compartirla”.
Finalmente consideró que “atacar a los artistas es una estrategia que conviene al gobierno porque distrae de situaciones más graves. La cultura no interesa, forma parte de lo no tangible, de una materialidad extraña y además aporta a la revolución interior de cada individuo”. En ese sentido, “a veces lo cultural es hasta más peligroso que algo político”.