Rodolfo Ranni se prestó para un mano a mano con Ida y vuelta, y recordó su arribo a nuestro país en el contexto internacional de recién finalizada la Segunda Guerra Mundial.
“Llegamos a Argentina después de la guerra con mis padres y mis dos hermanos, teníamos familiares aquí. Me tocó estar en refugios durante el conflicto global, pero lo más difícil fue afrontar la posguerra, ver cómo quedó todo destruido”, comentó.
El “Tano” reveló lo difícil del exilio a tan corta edad, y lo importante de ingresar en la actuación para afrontar con más fuerza la pronta partida de su padre: “Me quería volver a mi casa, pero el destino puso el teatro en mi vida para afrontar la muerte de mi papá. Arranqué a actuar a los quince años, vivía a metros del teatro (barrio de Retiro), y una historia familiar donde hice llorar a mi mamá me indicó que el teatro sería mi vida”.
Con respecto a su multifacética carrera artística, repasó que “me gustaba mucho escribir, también tenía la fantasía de cantar, era tenorista en la iglesia de mi pueblo en Italia, pero me fue ganando la actuación. Fue Hugo del Carril en el año 57 quien me eligió para hacer una película, tuve la fortuna de trabajar con los más grandes, porque antes aprendíamos observando”.
En esta vida cargada de desafíos para quien fue fundador del teatro Los Independientes, actualmente el Payró, siguen apareciendo historias que denotan el carácter resiliente, y sorprendió al contar que durante todo el Cantando por un sueño se tuvo que dar diez inyecciones en las vértebras, porque “no podía estar parado, estuve con mucho dolor”.
Sin disimular la realidad televisiva, que denota un reperfilamiento en varios aspectos, Ranni destacó que “ojalá pueda regresar la ficción, hay tanto actor de primera clase sin trabajo que harían su trabajo por la mínima”.