El prestigioso músico Bernardo Baraj habló con “El Frasco” por Radio Provincia sobre su trayectoria, proyectos y cómo la pandemia hizo que muchos de ellos se hayan redefinido.
“El 2020 iba a ser un año floreciente porque acababa de sacar dos discos nuevos, uno de tango y otro con mi trío de jazz. Junto con eso teníamos la celebración de los 50 años de Alma y Vida y además los 35 años del trío y teníamos una gira nacional ya programada”, destacó el entrevistado.
Ironizó en el sentido de que, a partir de la pandemia de Covid, “de todo pasamos a la nada”. Sin embargo, durante este tiempo “traté de no bajar la guardia, siempre fui consecuente con mis actividades y traté de mantenerme en forma estudiando, con mis instrumentos, ahora como una rutina nueva la del canto y vocalizar”.
En ese marco, Baraj significó: “soy de la década del 40 y cuando yo era chico lo que sonaba era el tango. Recuerdo a mis mayores bailando tango y pese a que luego me fasciné por el jazz, el tango siempre estuvo dentro mío”.
Al referirse a la relación con Sandro, dijo que “cuando ingresé a su mundo en Banfield no fue por vínculos musicales, yo ya no trabajaba con él, sino que ingresé a raíz de un pedido que le hice, una ayuda económica y él con la generosidad que lo caracterizaba me ayudó. Por eso periódicamente iba a visitarlo y le pagaba en partes el dinero que me había facilitado”.
También destacó que “trabajar con el flaco Spinetta fue tocar el cielo con las manos, era un tipo maravilloso”, al tiempo que mencionó que el trío con “Vitale y Lucho González quedó pendiente, veremos qué pasa con la pandemia y con Lito, porque tiene tanto kiosco que no para, ya veremos”.
En cuanto a sus hijos, dijo que dos de ellos, “Marcelo y Mariana son músicos y tienen destacadas carreras. Mariana vive en Salta hace muchos años, tiene una hija y ella siempre fue muy admiradora con el folklore norteño, es amiga de las copleras y gente de los pueblos. En esos recorridos conoció a alguien en Salta, se casaron y se quedó allá”.