Según la antropóloga, “ las muertes violentas, sospechosas, o disruptivas, que no pueden enfrentarse a través de las prácticas prescritas, o en donde el tratamiento del cuerpo se considera inadecuado, devienen en “mala muerte”.
Al respecto señaló que “el duelo de las personas cuando se despide a un pariente por Covid” es un “proceso muy particular”.
Y destacó que “lo que hay que atender es que responden a una muerte extraordinaria” por lo que “no estamos acostumbrado a afrontarlo” tal como sucedía “en la “normalidad”.
Afirmó en ese marco que “una mala muerte puede entonces hacer referencia tanto a la circunstancia específica del deceso, como al tratamiento del cadáver (o a la ausencia de este) y a la práctica ritual en general”.
En tal sentido, resaltó que los rituales para despedir una persona fallecida pueden “resultar dificultosos, porque no se puede acompañar de la manera en que estamos acostumbrados a enfrentar una pérdida”.
De este modo, “los rituales ayudan a acompañar ese pasaje de la vida a la muerte, y los familiares también” forman parte “de ese proceso”.
Respecto a la “muerte en soledad” señaló que según los contextos en los que se encuentra una persona, “una de las mayores dificultades, con las que se traviesa” , es tener en cuenta por ejemplo es "el contexto de hospitalización".
Se presenta entonces como “una problemática el tema de morir en soledad y que en occidente, es complejo enfrentarse a ese cambio y a la despedida del ser querido".
Por último, enfatizó que existen diferentes modos de hacer los rituales de muerte y que "nos adaptamos cuando no podemos hacer la despedida, dar el último adiós" puesto que en el actual contexto no se puede mantener "contacto físico o se trata de evitar" por lo que son "son las prácticas por streaming, mediatización y el uso de las tecnologías" formas "positivas porque permite la llegada" del afecto aun ser querido.