En diálogo con Pase lo que pase, luego de 14 años como director técnico en las inferiores de Estudiantes de La Plata, decidió volcarse a la militancia social. “Desde los 6 años mi vida fue el fútbol, pero los 50 me pegaron por el lado de la reflexión, entonces decidí un cambio de rumbo”. Por intermedio de un conocido llegó al Instituto Francisco Legarra y comenzó a trabajar con menores en conflicto con la ley. “Fue difícil, pero enriquecedor”, aseguró.
Comentó que “los primeros entrenamientos eran de mucha violencia”, pero que los chicos le aportaron mucha información para poder planificar las actividades. “Conseguí una cinta para marcar la cancha, y explicar que el taller tenía en cuenta el compañerismo”, sostuvo, y dijo que “el amor es el primer valor: a partir de ahí es donde se abre el canal de comunicación, y con el feedback empieza la transformación. El fútbol nos da la posibilidad de hacer esta transformación en un contexto donde falta amor, un abrazo”, cerró.