Mariana Pérez, Doctora en Historia e investigadora del CONICET en el Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", publicó un trabajo titulado “La construcción del enemigo: El antiespañolismo en la literatura revolucionaria porteña (1810-1820)”, en el que examina cómo fueron representados los españoles en las obras teatrales y poesías "patrióticas" escritas por los letrados revolucionarios durante la década de 1810 y de qué forma el antiespañolismo desarrollado en estas obras fue entendido e incorporado al imaginario antiespañol presente en la sociedad porteña desde tiempos coloniales.
En diálogo con Historia Nocturna, Pérez indicó que “el discurso público antiespañol durante los tiempos de la revolución en Buenos Aires tiene varias aristas” y se puede dividir en una primera instancia “que tiene ver con obras de teatro, poesía” y otras manifestaciones artísticas “donde los españoles representan al despotismo: son los descendientes de los conquistadores, la tiranía”, pero que también “empieza emerger un discurso cotidiano popular que tiene otros componentes que hacen quese empiece identificar a los españoles como los representantes de la de un grupo social que no solamente representa a la realeza española, sino que se asocian ciertos privilegios vinculados a su raza o su color de piel”.
La historiadora amplió “en la colonia se van desarrollando ciertas tensiones” ya que la sociedad “se sostiene sobre la inequidad, que es una práctica cotidiana” en la que “los derechos y las jerarquías se estructuran a partir de un colocar a los españoles y descendientes de los españoles” en posiciones de privilegio, “y al resto de la sociedad en una especie de escalonamiento hacia abajo” y mencionó como ejemplo las ventajas con las que corrían quienes argumentaban “pureza de sangre” por ser nativos de España y por ello acceder a privilegios políticos y sociales: “el no tener antepasado originario, negro, elevaba socialmente” en aquel contexto, en el que “las tensiones que se manifestaban en el espacio público, se manifestaban también en el discurso”.
Luego destacó el rol de la clase trabajadora en los hechos revolucionarios sosteniendo que “quién quería hacer política después de 1810, no podía prescindir de ninguna manera de los sectores populares”, y que incluso después de consumada la revolución “no se los pudo desmovilizar rápidamente”.