El escritor y crítico Oliverio Coelho habló sobre su carrera que, según dijo, comenzó como un juego cuando era un niño. En diálogo con Radio Provincia recordó que “en mi casa eran lectores y había una biblioteca que tenía un libro que me llamaba la atención. Se llamaba Los Monederos Falsos, de André Gide. Siempre cuando volvía del colegio lo ojeaba un poco pero nunca lo terminaba de leer”.
Desde ese momento ya intentaba escribir novelas y cuentos. “Escribía a mano pero después perdía esos textos. Escribir era una forma de juego. Así como algunos niños dibujan, yo escribía”, manifestó.
La publicación de su primera novela llegó cuando tenía 23 años. Se trató de Tierra de Vigilia. Según Coelho, fue “una casualidad que haya publicado tan joven habiendo escrito muchas novelas antes que estaban inconclusas, sin corregir”. En ese sentido, sostuvo que “cuando tenía 13, 14 y 15 años escribía una o dos novelas por año pero eran inteligibles porque no encontraba el formato narrativo”. Sin embargo, un largo viaje que terminó en Estambul le cambió la forma en enfrentar la tarea: la experiencia que viví me dio el sustrato narrativo, señaló, aunque admitió que después de esa primera publicación ya no pudo volver a escribir al mismo ritmo.
Para reunir los fondos y posibilitar que Tierra de Vigilia saliera a la calle, en el 2000 se presentó en la Fundación Antorcha, entidad que daba subsidios para escribir la primera novela. Por entonces fue señalado por la revista británica Granta como uno de los mejores escritores jóvenes de habla hispana. La siguiente novela llegó dos años más tarde y se trata de La víctima y los sueños. Hasta este momento, Coelho lleva nueve novelas publicadas, así como dos libros de cuentos.
Por otra parte, expresó que durante la juventud mantenía “un vínculo romántico, nocturno y absorbente” con la actividad porque “me pasaba la noche escribiendo y leyendo”. Sin embargo “con el tiempo eso fue cambiando y empecé a encontrar otros momentos para escribir, que no me aislaran de la cotidianeidad social. Me fui volviendo un animal social”. En aquel entonces, cuando se sentaba a escribir “dejaba que mi inconsciente hablara. Muchas veces me apoyaba en universos fantásticos de ciencia ficción, pero ahora dejo que la cotidianeidad entre en la escritura y dialogo con ella. Además, durante los últimos años mantengo un diario y encuentre cierto placer en eso, en crear anclajes”, cerró.