El filósofo, politólogo y educador Eduardo Rinesi, miembro del grupo de intelectuales del Espacio Carta Abierta, analizó la situación que atravesó la Argentina en la década del 90, que eclosionó en las fatales jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. En diálogo con “Historias Nocturnas”, consideró que “fue un acontecimiento de gran complejidad, muy difícil de categorizar”.
A modo de ejemplo, se refirió al Cordobazo para establecer diferencias con lo que aconteció hace 20 años. En tal sentido, consignó que “sobre el Cordobazo hay esquemas conceptuales previos al propio acontecimiento que permiten explicarlo razonablemente. Es un hecho importante en la historia sindical y obrera de la Argentina y también del movimiento estudiantil”.
“En el Cordobazo se articularon el movimiento obrero y estudiantil y sobre ellos teníamos teorías y cosas pensadas. Teníamos al marxismo para pensar el movimiento obrero, a Marcuse para pensar el movimiento estudiantil”, indicó el entrevistado.
En cambio, “la amalgama de 2001 que se condensa en esa frase que decía “piquete y cacerola, la lucha es una sola”, es más difícil de pensar. Ni los piqueteros constituían una clase social o un movimiento que tuviera tras suyo teorías interpretativas como tenía la clase obrera, ni las cacerolas constituían una identidad social definida con intereses precisables o fácilmente analizables”, señaló.
Sostuvo que “era un conjunto de obreros desocupados que habían pasado 10 años en la lona, que venían organizándose desde comienzos de los 90 pero asumieron gran visibilidad pública hacia final de la década” donde “se aliaron circunstancialmente” con sectores de clase media.
Rinesi consideró que “la lucha de obreros desocupados y caceroleros indignados no fue nunca una sola, fueron dos luchas muy circunscriptamente articulables en esas jornadas tan raras de las que estamos hablando, pero en todo caso había algo difícil de pensar”.
El filósofo y politólogo destacó que es interesante “pensar qué es lo político y lo antipolítico de aquellas jornadas, porque hay dos posibilidades interpretativas opuestas: uno puede decir que fue un acontecimiento muy político, porque la política es la protesta y la lucha contra los órdenes establecidos y la novedad de nuevas situaciones (…) donde la política estaba en la calle; o puede pensar que fue un acontecimiento anti-político, porque la política se confunde con las instituciones y a esto lo decían tanto los que criticaban a las movilizaciones como quienes las celebraron”.
Afirmó que “muchos confundieron a la política con las instituciones y quizás a la política hay que buscarla en otro lado”. Resaltó que en la década del 90 en la Argentina, “la política estaba colonizada por lenguajes, retóricas y ritualidades diferentes que es lo que es cuestionado en esas jornadas tan intensas”.
Remarcó que “hay muchas valoraciones sobre el 2001: interpretaciones que lo recuerdan con un tono celebratorio y entusiasta, como una rebelión”, pero en realidad “fue una verdadera tragedia si se lo mira desde la perspectiva de las vidas sacrificadas por una policía brutal”.
“Es muy difícil saber qué miramos cuando miramos el 19 y el 20 de diciembre, porque son dos postales distintas. Quienes recuerdan la épica, el derrotar al miedo (…) eso ocurrió el 19 a la noche. El 20 fueron los tiros, las picanas adentro de los autos. Hay distintas interpretaciones de lo que pasó, distintas formas de pensar lo que había de político o antipolítico”, manifestó Rinesi.
A su criterio, en ese momento también se pedía “la democratización de la democracia”, por eso, el “•que se vayan todos no quería decir que no quede nada, quería decir que se vayan todos porque el espacio público lo ocupamos nosotros y tomamos en nuestras manos el destino colectivo. No había un movimiento de demanda de una sola cosa, sino de muchas. Algunos querían sus dólares, otros que les abran el corralito, otros decían que no comían todos los días. Todo eso al mismo tiempo se estaba diciendo”.
El entrevistado consideró que “hubo una sobreideologización del presunto espíritu libertario de una jornada que a veces interpretamos más desde nuestros deseos políticos que desde la comprensión de lo que había en la cabeza de las personas”. Seguido, agregó que lo que vino con el kirchnerismo “tuvo un efecto muy interesante en muchos sentidos. Fue interesante el modo en que nos propuso otra lectura del 2001. Duhalde y Kirchner, que eran dos políticos que sabían lo que hacían, tuvieron un oído muy sensible a la movilización popular de 2001 y comienzos de 2002”.
“El gran conservador que fue Duhalde entendió que había una demanda de orden, la gente quiere que se le garanticen necesidades fundamentales y volver a sus laburos y a sus vidas. Kirchner mira y escucha otras voces que también estuvieron allí, de la demanda de mayor autonomía, de mayor autogobierno, de una relación con la política menos distante. De hecho invita a participar de su gabinete a alguno de los dirigentes del movimiento piquetero”, resaltó.
Por último, advirtió que “cuando discutimos historia, nunca estamos discutiendo datos ni podemos aspirar a tocar ni con la punta de los dedos la roca firme de lo que de verdad pasó, porque lo que pasó es hijo del conjunto de relatos con los que después lo investimos de sentido y los construimos desde posiciones políticas en el presente”.