*Foto de Nico Freda para Perycia
Nancy Stancato, una de las aspirantes de la carrera de Enfermería Militar que fue obligada a atender a los heridos de la guerra de Malvinas dialogó sobre el conflicto bélico que se inició hace cuatro décadas cuando tenía 17 años y pocos meses de estudio. En declaraciones a Radio Provincia se refirió al rol de las mujeres que fue ocultado por años; de los casos de desnutrición de los conscriptos que le tocó atender en el Hospital Naval de Puerto Belgrano, en el sur de la Provincia de Buenos Aires; y de la acusación de traición a la patria que la condenó a una ‘baja deshonrosa’ por preguntar a sus superiores por el destino de los contenedores con mercadería producto de donaciones que nunca llegaron a los soldados. Hoy será homenajeada en el Hospital de Niños de La Plata, donde trabajó tras ser dada de baja por los militares.
En diálogo con La Mecha, Stancato dijo que “no entendemos por qué no se habla de las mujeres militares que estuvimos en la guerra” y recordó que “en un principio –junto a sus compañeras de estudio- éramos las que preparábamos las camas en el Hospital de Punta Alta y atendíamos el confort de los heridos. Además, les brindábamos la contención aunque teníamos la misma edad que ellos. Todavía nos preguntamos cómo lo hicimos. Era lo que se necesitaba. No sé de dónde sacábamos las palabras para acompañarlos”.
En tanto, afirmó que “el mismo 2 de abril, con la alegría de haber recuperado las Malvinas, recibimos a Edgardo Giachino muerto y a Ernesto Urbina y Diego García Quiroga heridos y eso fue una cachetada grande”. Previamente, aseguró habían atendido a los conscriptos que llegaban al hospital con pie de trinchera, que se producía por el congelamiento. “Era algo que nunca habíamos visto”, advirtió, y agregó que “a partir del hundimiento del General Belgrano empezaron a llegar veteranos y eso fue terrible. Nosotras pasamos de ayudarlos a comer a que nos dijeran ‘mirá cómo hago esto porque la próxima lo hacés vos’. Después de ese momento empezamos a hacer amputaciones, a curar heridos que llegaban con heridas de esquirlas. Trabaje toda mi vida de enfermera y nunca más volví a ver esas heridas. Llegaban con la mirada perdida, como si estuvieran muertos en vida”, reflexionó.
En ese marco, denunció que “nosotras teníamos prohibido llorar y nos desahogábamos cuando íbamos a lavar el uniforme. Nos consolábamos entre nosotras”.
Stancato también habló sobre la baja deshonrosa que le dieron en los primeros meses de 1983. Apuntó que la castigaron sin haberse recibido y explicó que, aunque se usó otra excusa, su sentencia se produjo “cuando estábamos armando el hospital y me llevaron a bajar comestibles de los contenedores. Pregunté por qué no llevaban a Malvinas la ropa que había en esos contenedores y me respondieron que no era necesario porque a los soldados no les faltaba nada y porque era muy caro enviarlo”. Sin embargo, tiempo después “empezamos a recibir heridos y escuché los gritos de dos chicos completamente desnutridos. No podían moverse de la cama y a uno le metieron en la boca una galletita de vainilla y al otro una de chocolate. Ahí grité que eran unos hijos de… porque habían dicho que no pasaban hambre y mirá cómo llegaban”.
La enfermera de Malvinas sostuvo que “si bien la guerra terminó en junio nosotras atendimos heridos hasta diciembre. Meses después me detuvieron acusada de robar yerba y azúcar. Estaba todo preparado”, subrayó y continuó: “Me acusaron de traición a la patria y que iban a ver si me tenía que enfrentar a una corte marcial –que terminaba con fusilamiento- o si me daban una baja deshonrosa. Finalmente me dieron la baja deshonrosa. Por suerte a los dos meses conseguí trabajo en el Hospital de Niños”.
En cuanto a la suerte de sus compañeras, mencionó que “algunas lograron recibirse de enfermeras pero después de Malvinas la mayoría se fue de baja. Solo cuatro o cinco de mi camada terminaron la carrera pero la mayoría no siguió”.
Por último, lamentó que “la guerra nunca se termina. Todas las mañanas recuerdo Malvinas. Lo llevás siempre”.