En No Corras, por FM 97 Une, Micaela Cuesta, socióloga y una de las coordinadoras del laboratorio de estudios sobre democracia y autoritarismo de la Universidad nacional de San Martín aseguró que dado el grado de violencia que ya se venía registrando en el discurso público era esperable una situación como la que ocurrió con la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
De hecho, un documento de 2021 presentado por la casa de Altos Estudios que ella integra, entonces, registraba que un 26% de los ciudadanos argentinos promovían o apoyaban discursos de odio”.
La entrevista destacó que el grupo de trabajo empezó a estudiar “fenómenos de autoritarismo social hace aproximadamente 10 años. A partir de la crisis financiera de 2008 empezamos a inquietarnos por el ascenso de ciertas figuras de derecha a nivel mundial y a esa inquietud la empezamos a interrogar desde una perspectiva sociológica, intentando identificar qué elementos de la subjetividades neoliberales podían estar acompañando ese proceso de un modo silencioso.”
“Hicimos grupos focales, encuestas y allí empezamos a identificar dispositivos neoliberales como la moral punitivistas, un principio de justicia asociado al mercado y al mérito y exacerbadas formas de interpelación empreduristas vinculadas a una especie de sobreactuación de la autosuficiencia y de la omnipotencia en un contexto y una situación económica que no paraba de erosionar esas posibilidades para la autonomía”, describió.
Además, agregó que tras el “ascenso de Trump, Bolsonaro y lo ocurrido en Bolivia decidimos que debíamos abordar un poco más una categoría que ya se encontraba dando vuelta en los organismos internacionales: los discurso de odio, para tener una construcción teórica en torno a eso. A eso nos abocamos desde finales de 2020 y produjimos los informes que luego fueron publicados”.
Cuesta relató que “para medir ese discurso” con el equipo de trabajo “construimos un índice, que estaba compuesto de tres enunciados de alto contenido racista, xenófobos, deshumanizantes y antidiversidad sexual… De esta manera, el cómo se respondieran esas interpelaciones conformó nuestro índice”.
Seguido detalló que “la encuesta indicó que el 26% , es decir 3 de cada 10 argentinos aprueba o promueve este tipo de discursos de odio”. Y aclaró que al cruzar el índice de Discursos a de Odio con el de las generaciones tuvimos un dato “bastante más preocupante porque los que se sitúan en la franja etaria de 24 a 40 años, los milenials son los que mayor número de odiadores tienen”.
Es decir que “los que tienen más exposición a las interacciones mediadas por las pantallas y una condición más frágil de inserción en el mercado laboral son los más permeables a los discursos de odio”, reflexionó.
Finalmente, aclaró que “este tipo de generalizaciones y acciones violentas, y en el extremo discursos de odio tienen distintas temporalidades y causas. Uno se puede remontar a unas causas más extensas y remontarse a ciertas formas del autoritarismo o a una herencia que podría tener origen en la dictadura”.
“Luego están las disposiciones autoritarias que heredamos de aquella época y que tuvieron cierta revitalización con el neoliberalismo porque propone un cierto modo de comprender al individuo, al sujeto y a su vínculo con la sociedad. Y más acá, esa forma agresiva y violenta con la alteridad que tiene que ver fuertemente con el impacto de las rede sociales y de la era digital en la vida social” explicó y siguió “porque allí se empieza a institucionalizar modalidades de la conversación pública que están altamente cargados de estos contenidos violentos que cuando son enunciados por diferentes figuras públicas, los legitiman o autorizan. Ahí hay una retroalimentación y una circularidad de lo que sucede en las redes y la esfera pública digital que no tienen límites muy claros”.
Y admitió: “Es verdad que posiblemente esta situación no se resuelva con la regulación de los discursos de odio” porque ellos manifiestan “un malestar en la democracia que tiene como respuesta un rechazo a su legitimidad y no interroga las causas más estructurales que la ocasionan”.
“Porque durante las dictaduras se instaló en el Cono Sur se instaló, con violencia, desaparición y muerte, una forma de capitalismo que no es compatible con la democracia porque es liberalizador, endeudador, financializante. Y eso, no se revirtió con la llegada de la democracia y hoy sigue operando en términos económicos e ideológicos. Sin embargo, hay que hacer algo con los discursos de odio también. Hay que atacar causas y efecto. Y esa es la ocasión que tenemos hoy” concluyó.