En diálogo con Historia Nocturna, el autor de “Rebelión de las Madres: la otra lucha” y “Los caminos de la vida” (basado en Hebe de Bonafini), dijo estar “todavía apabullado por la ausencia de Hebe pero tratando de tomar coraje de su ejemplo”, y contó que su primer acercamiento con la Presidenta de Plaza de Mayo fue en septiembre de 1982.
“La forma más evidente de encontrarla para hacerle un reportaje no era ni una oficina ni un teléfono como se acostumbraba en aquel entonces para los periodistas, sino en la plaza. Enseguida accedió al reportaje espontáneamente e invitándome tras el término de la marcha a ir a la casa de las Madres. Fue impactante, era como un santuario”, rememoró.
Luego consideró “creo que las Madres tuvieron claridad desde un principio en que ese el objetivo era conseguir justicia y no venganza. Tras comprobar que no iban a lograr la aparición real de sus hijos, ponen como horizonte la justicia, el estado de derecho y la recuperación del funcionamiento constitucional. Eso ponía en dinámica una política que podía remover las bases de lo que había sido el genocidio, la reestructuración de la sociedad, y no la venganza individual”.
En esa línea, argumentó “hubiése sido un absurdo total (la persecución de venganza)” ya que “la implicación en el genocidio es que si se hacen cálculos, que son difíciles de hacer, entre la cantidad de gente que participaba en los grupos de tarea, la gente que tenía la tarea de mantener en cautvieron a los genocidas, los que torturaban, los que eran encargados de las tareas de mantenimiento de los campos de concentración, las que asesinaban a los desparecidos y los que tenían la misión de desaparecer a los cuerpos, se habla de 200 mil personas implicadas en el aparato represivo”.
Seguidamente ejemplificó “se calcula que en un mal sistema penitenciario por cada detenido hay 3 personas, mientras que en uno bueno entre 5 y 6” y para el caso de las personas implicadas en delitos de lesa humanidad “no estás hablando solamente de catuvierio sino de grupos que iban a asaltar casas, secuestrar personas, trasladarlas, y todo lo que implicaba el delito de la desaparición”.
Con todo, “no hemos pasado la cifra de 1300 procesados y condenados. Por lo cuál la tarea que había que hacer no era meramente perseguir a los genocidas sino cambiar la sociedad: en todo caso, un paso era enjuicialos, pero era mucho más grande la tarea, remover las condiciones que había generado este enfrentamiento fraticvida y criminal de la dictadura y el genocidio”. Las Madres “entienden en profundidad los valores que había que defender, por eso me asombro hoy de algunos que hablan de los exabruptos de Hebe, la violencia verbal y efusividad: las Madres fueron a la plaza con pañuelos blancos reclamando y llamando a verdad, memoria y justicia. No fueron con horcas ni guillotinas como lo están haciendo algunos grupos hoy después de tantos años de funcionamiento constitucional. Hay una lógica profunda y muy coherente de métodos de lucha de respeto a los valores básicos de los derechos humanos que es evidente”, concluyó.