El libro "La dictadura del capital financiero: El golpe corporativo militar y la trama bursátil", es el resultado de una investigación que Bruno Nápoli hizo junto a Celeste Perosiono y Walter Bosisio. A través de una oficina de Derechos Humanos creada en la Comisión de Valores durante la gestión de Alejandro Vanoli al frente de la misma (situación inédita a nivel mundial hasta ese momento) los investigadores pudieron avanzar en el trabajo descubriendo sucesos y protagonistas que llevaron al país a estar sometido a una estrategia del capital financiero que condiciona las posibilidades de desarrollo nacional desde su instalación.
“La Comisión Nacional de valores tenía varios pedidos de investigación por parte de la justicia porque había indicios que había participado junto con el ejército en el secuestro de empresarios, banqueros y financistas durante la dictadura y no se sistematizaba toda esa información” dijo Nápoli. El organismo decidió convocar a un historiador, un antropólogo y sociólogo para desarrollar la tarea y fue así que llegó junto a Perosiono y Bosisio.
“Descubrimos que la Comisión de Valores junto con el Banco Nación tenían oficinas en Campo de Mayo y asistían a torturadores cuando secuestraban empresarios banqueros y financistas”, agregó el académico. “En principio me sorprendió el hermetismo de un organismo tan chiquito, porque si bien la comisión de valores si bien tiene que regular todo el sistema financiero a nivel nacional, debe tener entre 200 y 300 empleados en total, entre economistas, abogados, y un archivo en el cuarto subsuelo bastante desordenado, muy hermético. Fue un proceso de ir a tomar mate con los muchachos del archivo, charlar de fútbol, un poco de todo, hasta que en un momento se destrabó y alguien nos abrió un espacio y encontramos un tesoro que eran las actas de la época de la dictadura, incluso de la década infame en los años 30 cuando se fundó la comisión. El objetivo era revisar la actuación de viejos funcionarios que estuvieron involucrados en crímenes durante la dictadura”.
Seguidamente contextualizó “lo primero que hace la dictadura en el 56’ es entrar al Fondo Monetario Internacional, algo que Perón había resistido hasta último momento ya que prefería acuerdos bilaterales”. Después de un tiempo “el quiebre fue la Dictadura de 1976, la de la desaparición de personas, porque ahí empieza un esquema de acumulación rentístico donde lo financiero pasa a ser más importante que lo productivo”. Para explicar la diferencia entre el capital financiero y el productivo, ejemplificó “si tengo 1 millón de dólares me pongo un taller y genero trabajo, consumo, insumos, tengo que comprar y vender cosas, pagar impuestos: es un capìtal que se pone a producir y genera más riqueza, el capital financiero es la plata haciendo más plata sin generar nada alrededor. Cuando el esquema de acumulación es en torno a factores financieros y no productivos la economía no crece, sólo crece la especulación”.
Ante la prevalencia de la estrategia del capital financiero, con golpes de estado, delitos y hasta crímenes de lesa humanidad, y un marco legislativo que se remonta a la gestión de Martínez de Hoz, “la deuda externa argentina es el ancla que no deja crecer a la economía”. Por estar compuesta por instrumentos financieros y no productivos, “con la deuda no se invirtió en hacer fábricas y dar trabajo a la gente, sino en instrumentos financieros. Es un bono que paga otro, de hecho ahora estamos recibiendo plata que ni la vemos, no queda nada en la Argentina”.
Finalmente, consideró “así como hay acuerdos políticos muy grandes como que no puede haber más golpes, que no puede haber violencia política, que los gobiernos democráticos se respetan, tiene que haber un acuerdo democrático muy grande que no hubo, porque ahí podríamos decidir qué hacemos con esa parte odiosa de la deuda tomada por especuladores. No podemos permitir que las empresas tomen deuda en dólares y las termine pagando el estado”, concluyó.